Educadores Centinelas de la ROC: Guardianes del vuelo y la conciencia ambiental en la costa de Mataquito - Huenchullami
- Tita Orellana Rivera

- hace 7 días
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días

En la cuenca del Mataquito, donde el mar abraza los campos y los humedales reflejan cielos infinitos, ocurre cada verano un fenómeno natural y humano que merece ser contado. Miles de turistas llegan a disfrutar las playas de Curepto —entre ellas, la mítica La Trinchera, guardiana del naufragio del Oriflama—, y Rancura, muy cercana al Humedal Mataquito. Vivíamos y veraneábamos aquí sin imaginar que compartimos el mismo espacio con verdaderos viajeros del cielo: las aves playeras residentes y migratorias.
y precisamente ahí entran en acción los Educadores Centinelas de la ROC —la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile—, un equipo apasionado que, desde hace seis años, transforma la curiosidad en conciencia ambiental.
Educación en terreno: la ciencia al alcance de todos
El programa nació como un proyecto piloto en playas clave para la ruta migratoria del Pacífico, como Coquimbo, Mataquito, Maullín y Rancura. Estas zonas son paradas vitales para especies que viajan más de 15.000 kilómetros desde Alaska hasta Chile, como el majestuoso zarapito (Numenius phaeopus), que recorre esa distancia sin detenerse ni una sola vez.
Los Educadores Centinelas instalan coloridos stands informativos en las playas: mesas, toldos, afiches, binoculares y monóculos que abren una ventana al mundo natural. Allí, grandes y chicos aprenden a distinguir al pilpilén común, al chorlo nevado, al gaviotín elegante o al flamenco chileno, mientras descubren cómo cada especie cumple un rol crucial en los ecosistemas costeros.
Más que enseñar, los centinelas despiertan asombro. Con lenguaje claro, actividades interactivas y una sonrisa bajo el sol, logran que los visitantes comprendan que proteger la naturaleza es también proteger la identidad del territorio.
Guardianes del territorio: ética y compromiso

El trabajo de los Educadores Centinelas no se limita a la difusión. También ejecutan acciones concretas de protección y monitoreo. Este último verano, por ejemplo, instalaron un marco ético en la playa La Trinchera para delimitar áreas de anidación del pilpilén, una especie que nidifica directamente sobre la arena.
Sin embargo, su labor enfrenta resistencias: el cerco fue retirado por particulares que aún consideran la playa como propiedad privada. Aun así, los centinelas continuaron su labor educativa, trasladando su punto de trabajo y convirtiendo la dificultad en una oportunidad para dialogar sobre el uso responsable del borde costero.
Amenazas y conciencia

Las principales amenazas para las aves playeras son los vehículos motorizados en playas, los perros sueltos, la basura y la pérdida de hábitat. Gracias al esfuerzo constante de educadores, investigadores y comunidades, lugares como el Humedal del Mataquito fueron incorporados a la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP), reconocimiento internacional que sitúa a la zona como parte esencial de una ruta migratoria que conecta todo el continente americano.
Un llamado al futuro

Hoy el programa enfrenta un desafío: la falta de recursos amenaza la continuidad de las jornadas veraniegas. Aun así, los Centinelas no bajan los brazos. Su convicción es firme: mientras haya una playa y un niño curioso, habrá esperanza para las aves.
Por eso, hacen un llamado a voluntarios, municipios, instituciones educativas y empresas locales a sumarse a esta cruzada por la biodiversidad costera. Porque educar no es solo informar; es sembrar respeto, ciencia y amor por lo vivo.
















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